miércoles, 24 de abril de 2013

Quang




Mi tía abuela Li llegó junto con su hermano, mi abuelo Jie en los años treinta desde China a tierras de Mexicali para no volver a hablar jamás. Durante la embarcación murió de disentería la madre de ambos, mi bisabuela Lin viuda de Chen Quang. Los huérfanos  inmigrantes llegaron como dos costales de huesos sin poder suspender el viaje, y apenas socorridos por otra familia china que a los pocos meses les dio la espalda en un país que era más bien otro planeta para ellos. Li Quang tenía apenas 10 años al llegar a México y Jie Quang 16 años.

Jie trabajó en todo lo que pudo e intentó ayudar a su hermana a recuperar la voz. Visitaron desde logopedas hasta chamanes en Sonora, pero Li no volvió a pronunciar una sílaba. Sin embargo, pese a no hablar en español, entendía perfectamente el idioma, incluso mejor que el abuelo Jie, lo cual los orilló a andar juntos para todos lados donde Li era la procesadora del habla y Jie el ejecutante de la palabra. Al principio Li traducía lo escuchado escribiendo en  mandarín para Jie, pero con el tiempo y quién sabe qué naturaleza y plano de lenguaje, los mensajes escritos fueron desapareciendo poco a poco hasta sólo entenderse con las miradas. Esto multiplicó el morbo de la gente que comenzó a llamarlos Los chinos mochos, Los siameses telepatíos, Chinos de satántehabla, y Los chinos endiablados soplados del gaznate, imagino que no hará falta profundizar en los por qués.

A pesar de todo este misticismo y mala fama atribuida a este par de hermanos, eso no impidió que Jie se casara con mi abuela Romina Santiago en Valle de Guadalupe a principios de los años cuarenta. Romina y Jie tuvieron 6 hijos, 4 hombres y 2 mujeres, cuya nana fue siempre la tía Li ó Titalí, como le llamaron siempre mis tíos y mi madre. La tía Li nunca se casó, aunque hubo algunos interesados ella nunca aceptó, y jamás necesito las palabras de mi abuelo para rechazarlos, tan sólo su mirada bastaba para desvanecer cualquier intento de matrimonio o aventura.

Tía Li sobrevivió a su hermano, cuñada y 2 sobrinos, hasta que en 1992 murió en Mexicali a causa de un infarto. Nadie que viviera pudo escuchar de ella una palabra, por ello no sorprendió a la familia que la encontraran con los ojos abiertos como hablando de algo que no habían escuchado jamás.

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