1. En
los labios llevamos una cámara fotográfica. La primera imagen es un túnel de
agua donde la voz escapa. La última imagen es un túnel de luz donde la voz se
interna.
2. Múltiples
teorías hablan de una cámara en los ojos, esto es parcialmente cierto, si prescindimos
de la vista y de los caminos que se bifurcan en ella y ni siquiera
vislumbramos. Para los labios no hay más que realidades a las que llegamos
infinitamente.
3. Un
par de labios que se exploran hacen delgados cortes en las imágenes, entonces se
vuelven porosas y pueden transmitirse completas o en elementos entre los
involucrados. La imagen se democratiza, da de sí y recibe de otro en la misma
medida.
4. No
existen labios descompuestos. Existen padecimientos que opacan sus capacidades
sensoriales, su innato funcionamiento de captarlo todo. Esto podría ejemplificarse
como una malla para evitar deslaves al pie de la carretera: algunos pequeños elementos
logran atravesarla, a veces imperceptibles en comparación de todo lo que está
del otro lado.
5. Cada
imagen es única e irrepetible. Sus transformaciones generalmente son
inevitables.
6. Los
bilés actúan como filtros, jamás como barreras. Un filtro rojo hace más propensos a los labios a buscar otros labios, y así
acrecentar intercambios y nuevas reconstrucciones de las imágenes. Este fenómeno
ha dado lugar a múltiples estudios antropológicos acerca del color rojo como
elemento sagrado en muchas culturas y su posible propiedad de uso como vehículo entre
entes.
7. A
pesar de ser un tema cada vez más recurrido en la investigación científica,
sigue siendo un tabú en culturas populares la profundización y adentramiento en
la experiencia de los propios labios. Se sospecha que las causas pueden ser
atribuidas casi universalmente a sus cualidades eróticas y la relación que
mantienen tan cercana con la vulva en múltiples aspectos.
8. Se
dice que siete segundos después de morir los labios continúan capturando imágenes.
Se dice.
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